Los cuidadores especializados de OagaSalut cuentan con la experiencia y profesionalización necesarios en el cuidado de pacientes con problemas de rodilla.
Al ser una enfermedad tan común y tan limitante se han hecho grandes inversiones internacionales en el estudio de los tratamientos de la artrosis de rodilla. Cada caso debe ser individualizado y se debe identificar cual es el factor que esta haciendo progresar la artrosis para corregirlo. Los traumatólogos clasificamos la artrosis en 4 grados, pero hay que tener en cuenta que antes del grado I, ya existen lesiones en el cartílago, cuyo tratamiento es distinto al de la artrosis de rodilla propiamente.
Una vez diagnosticada la artrosis de rodilla podemos dividir los tratamientos disponibles en dos tipos; aquellos que conservan la rodilla y la sustitución de la misma (prótesis de rodilla).
Tratamientos de la Artrosis de Rodilla Conservando la Rodilla
Como la artrosis empeora con el transcurso del tiempo, cuanto antes inicie el tratamiento mejor será el resultado. Lo primero que hacemos ante un paciente con artrosis es diseñar un plan de tratamiento personalizado para aliviar el dolor y reducir la rigidez de la articulación. El tratamiento deberá ser la consecuencia de haber identificado los factores concretos de cada caso que llevan al desarrollo de la artrosis.
– Este tratamiento personalizado incluye cambios en el estilo de vida.
Si eres una persona que hace regularmente ejercicios de alto impacto (como fondo), se puede disminuir la tensión en la rodilla aumentando la musculación de la pierna. No hay que olvidar que los músculos además de ser el motor que mueve las articulaciones, son amortiguadores de las mismas, evitando que el peso corporal sea cargado por el cartílago. Protocolos de musculación, bicicleta, elíptica y nadar son buenas opciones de actividades de bajo impacto.
– La pérdida de peso es otro de los pilares del tratamiento ya que como articulación de carga que es, la rodilla soporta fuerzas de hasta 20 veces el peso corporal (600-1000 kg). Es por ello que la pérdida de 10-20 kg en pacientes con sobrepeso u obesidad disminuye drásticamente las fuerzas en las rodillas. Habitualmente complementamos la musculación y la dieta con programas de fisioterapia. Estos programas incluyen ejercicios específicos que pueden mejorar la amplitud de movimientos, la propiocepción y la musculación de la rodilla.
Si el dolor afecta tu rutina diaria, o no se alivia con los métodos iniciales, podemos incorporar algún medicamento para controlar el dolor. No hay que olvidar que cualquier analgésico o anti-inflamatorio sólo trata los síntomas y no cambia el curso de la enfermedad, a lo que debemos unir que todos ellos tienen efectos secundarios perjudiciales.
– Suplementos alimenticios. Algunos suplementos de venta sin receta, como la glucosamina y el sulfato de condroitina, pueden aliviar el dolor en algunas personas. Antes de empezar a tomar suplementos habla con tu traumatólogo para conocer el mecanismo de actuación de cada compuesto.
– Inyecciones de corticoides. La cortisona es un poderoso antiinflamatorio que se inyecta directamente en la articulación de la rodilla. Lo reservamos para casos de artritis inflamatorias como la reumatoide o gota al ser dañinos a largo plazo.
– Infiltración de Factores de crecimiento intrarticulares.
Consiste en obtener sangre del propio paciente y centrifugarla para obtener una concentración de los factores de crecimiento que hay de manera natural en las plaquetas de la sangre. Posteriormente los infiltramos en la articulación para que estos factores estimulen a las células del cartílago (condrocitos) para que reparen el cartílago. Por lo tanto depende de la capacidad del paciente de reparar, si bien la filosofía de este tratamiento es bastante natural. Hay que seleccionar bien el tipo de paciente y tipo de lesión antes de indicar esta terapia.
– Osteotomía o corrección del eje de la pierna:
En aquellos casos en los que la artrosis esta aún en sus comienzos y hay una causa mecánica clara de sobrecarga podemos utilizar una cirugía que tiene por objetivo salvar la rodilla: La osteotomía. Se utiliza para corregir las piernas arqueadas que sobrecargan el compartimento medial y las piernas en «X» que sobrecargan el lateral. COMO GENUS VARO O GENUS VALGO.
– Infiltración de ácido hialurónico
Infiltramos este compuesto natural de la articulación en grandes cantidades buscando un doble efecto; engrasar la articulación (corto plazo) y estimular el crecimiento del cartílago en la medida de lo posible (medio plazo). Esta terapia de inyecciones suele además aliviar los síntomas de la artrosis en pacientes que no responden a otras opciones no quirúrgicas.
En aquellos casos en que los traumatólogos decidimos que los síntomas derivados de la artrosis de rodilla no pueden mejorar con otros tratamiento indicamos una sustitución parcial o total de la rodilla; una prótesis. Casi todas estas prótesis de rodilla se componen de dos componentes metálicos unidos al hueso con un cemento biocompatible, y articulados entre sí por un material de baja fricción similar al plástico, el cual es el responsable de lo que llamamos “desgaste de la prótesis”. Las opciones de prótesis van desde sustituir sólo una parte de la rodilla hasta sustituir todas las superficies articulares.
En función de la zona de la rodilla dañada, la desviación del eje de carga de la pierna , el estado de los ligamentos y la edad del paciente decidimos entre alguna de las siguientes opciones:
– Prótesis unicompartimental de Rodilla:
Una intervención en la que sustituimos únicamente una de las dos partes de la articulación entre el fémur y la tibia; habitualmente la medial. Los candidatos para este intervención deben tener unos ligamentos íntegros, así como el resto del cartílago de la rodilla en buen estado. La recuperación de esta intervención es mas rápida que en la prótesis total de rodilla con una incisión menor, de unos 10 centímetros. En ocasiones los cirujanos que realizamos esta intervención solicitamos además del estudio radiográfico una resonancia para asegurarnos del correcto estado de los ligamentos, ya que si estos estuvieran dañados el resultado de la intevención podría comprometerse. Si bien los resultados de esta intervención son excelentes, la utilización de estas prótesis es mucho menor que las prótesis totales al ser pocos los casos candidatos a esta intervención. El ejemplo que os muestro es de un paciente con una gran lesión en el cóndilo medial en que el resto de las estructuras de la rodilla están en un buen estado, tal y como confirmamos durante la intervención.
– Prótesis total de rodilla:
Este es el modelo de prótesis al que nos referimos habitualmente cuando hablamos de prótesis de rodilla. Durante la intervención se sustituye todo el cartílago del fémur y la tibia y frecuentemente también la rótula. Durante esta intervención no sólo sustituimos el cartílago dañado, sino que además corregimos el eje de la pierna y la función de los ligamentos dañados.
Para ello nos valemos de una correcta planificación antes de la intervención, en la que elegimos no sólo el diseño sino también las múltiples opciones disponibles de corrección; rotación, tamaño de los componentes, ángulos en cada uno de los planos.. Todo ello con el objetivo de que la prótesis no sufra las mismas cargas que han llevado a fracasar la rodilla nativa.
– Prótesis constreñida o de revisión
Estos modelos de prótesis los reservamos para los casos mas complejos en los que el paciente carece de ligamento íntegros o para los casos en que tenemos que recambiar una prótesis ya implantada por fallo o desgaste. Igualmente disponemos de múltiples diseños progresivamente mas completos en que la cantidad de estructuras que sustituimos es mayor, por ejemplo en aquellos paciente cuyos ligamento laterales no funcionan y la rodilla es totalmente inestable.
La duración de cualquiera de estas prótesis se realiza utilizando un torniquete neumático para evitar la pérdida de sangre. El tipo de anestesia mas habitual es la raquídea, es decir dormir las piernas con una infiltración en la espalda + una sedación para asegurar el confort del paciente durante la intervención. La operación suele oscilar entre los 50 minutos y 2 horas y utilizamos antibióticos por sistema y se reserva sangre compatible por si se necesitase durante los días de recuperación (menos de un 5% de los casos).
Se puede comenzar despacio a caminar hacia el tercer o cuarto día, con unas muletas que al principio son necesarias, y que luego se podrán abandonar (generalmente, al cabo de un 3-5 semanas). La rehabilitación comienza ya el tercer día con ayuda de una maquina en la cama de la clínica. Posteriormente solemos prescribir fisioterapia para recuperar la amplitud de los movimientos y facilitar la reanudación de la marcha, si bien muchos pacientes mejoran con su propio esfuerzo bajo las indicaciones que les damos los traumatólogos. Normalmente, la persona operada puede volver a trabajar al cabo de 2 o 3 meses, siendo capaces de conducir a partir de la 4ª semana.
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